20 julio 2011

Chinitos de la Suerte

Menuda moda esta de los chinitos de la suerte.
Todo el mundo teníamos no uno, si no un montón de estos muñequitos de madera que decían que traían suerte si los llevabas encima (aunque eso nunca se llegó a comprobar científicamente).
Tanto los chicos como las chicas se los colgaban en las pulseras, llaveros, collares, etc. Pero nadie tenía uno solo. Eran como amuletos de madera, atados con cordoncitos de colores. En realidad algunos sí que tenían los ojos achinados pero otros solo tenían dos puntos y no parecían chinos ni nada.

Estaban pintados a mano y no había dos exactamente iguales (realmente era un trabajo de chinos). Yo tenía unos 10 chinitos diferentes, pero solo llevaba tres o cuatro de ellos atados en la cremallera del estuche que llevaba a clase.
Con los compañeros nos los intercambiábamos como si fueran cromos: "te cambio este azul que no lo tiene nadie por tres de los normales", y así íbamos juntando toda una colección.

Me los compraba en un kiosco que había en el parque de enfrente de casa. Y como era la última moda, tooooodo el mundo tenía alguno de estos chinitos, por lo que la kiosquera hizo el agosto aquel verano vendiendo chinitos a docenas. A mí me gustaban los más deformados. Había algunos que estaban mal pintados y tenían un ojo más gordo de lo normal, otros tenían un borrón en el cuerpo, otros la boca para un lado, y así un sin fin de deformidades chinas. Yo iba buscando los chinitos con defecto. Me parecían más personales. Los del "ojo gordo" eran mis preferidos.

Pero como todas las modas pasajeras de aquella época, de repente se dejaron de llevar, y pasaron a ocupar un lugar en algún cajón olvidado, o en alguna caja junto a algún boli y llavero viejo. O al menos este fue mi caso.

Parece increíble pero hoy en día hay alguna web que se sigue dedicando a vender los chinitos de la suerte, como por ejemplo http://www.chinitosuerte.com/ cuyo eslogan es: "Toca madera y mejora tu suerte". Curioso que haya gente que aún siga comprando estos colgantes. Supongo que la web vivirá básicamente de las compras que les hagan los nostálgicos... Ala, hay tenéis un detallito que regalar estas navidades.

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La pulsera del verano

Hace sólo cinco años causaron furor las tiras de silicona. En ellas los colores tenían un significado, en este caso benéfico.
La primera la lanzó el ciclista Lance Armstrong; era amarilla y los beneficios de su venta se destinaban a su fundación, que ayuda a personas que luchan contra el cáncer. Pronto, otros organismos lo imitaron y empezaron a distribuir pulseras naranjas (por la erradicación de la malaria), negras y blancas cruzadas (contra el racismo)...

Más de diez años antes, se llevaron finas pulseras de cuerdas trenzadas con bolitas de colores -cómo no- indicativos: el rojo para el amor, el amarillo para el dinero; el verde para la esperanza... Éstas se vendían como amuletos y, de acuerdo con las instrucciones, había que anudárselas y llevarlas hasta que se rompieran. Duraron apenas un verano.


Las pulseras de macarrones, hilos de plástico (SCOUBIDOU) y cables también se lucían pero, además, proporcionaban entretenimiento.


Y es que éstas había que diseñarlas y crearlas utilizando tiras de plástico que se entrecruzaban.

Entre los mayores causaron furor otras, las pulseras magnéticas. Las comercializaban varios fabricantes, pero todas tenían elementos imantados que, supuestamente, tenían propiedades beneficiosas para el cuerpo y la mente.


Los chinitos carecían de cualidad curativa, pero en teoría sí proporcionaban suerte a su portador. Servían para adornar pulseras, tobilleras, collares...
Estaban fabricados en madera, medían menos de un centímetro y a finales de los ochenta vivieron su boom en nuestro país: colgaban de todas partes.

Años después colgarían los chupetes. Éstos eran de plástico. De todos los tamaños y colores, se vendían también para llamar a la fortuna.

Una función más evidente tenían las letras con relieve de color plateado y en torno a medio centímetro de altura que llevaban arandelas en la parte superior.

Se utilizaban, por lo general, para formar el nombre propio de quien las lucía y se colgaban de cordones que después se ataban al cuello. Algunos llevaban el nombre de sus parejas.

Por supuesto tampoco podemos olvidar las pulseras de hilo, las cuales al parecer siguen sin pasar de moda. De infinidad de colores y estilos se siguen vendiendo en algún que otro tenderete playero.

Otra que parece que vuelve a estar de moda es la pulsera hecha con las anillas de latas de refrescos.
Buscando imágenes por internet puedo decir que he visto infinidad de cosas que se pueden hacer con estas chapitas, pero sin lugar a duda alguna la que más me ha llamado la atención es este frikazo que a mas de uno le servirá de ayuda para los próximos carnavales.
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