19 diciembre 2011

La boda de Carlos de Inglaterra y Lady Di.

Fue el acontecimiento de la década, por lo menos en mi casa.
Mi madre vivió aquella boda como si se tratase de un cuento de hadas. El heredero al trono de Inglaterra se casó con una plebeya!!! Algo asombroso para aquella época (ahora con nuestra Letizia el tema ya nos parece desfasado, pero en aquellos años era toda una novedad).

Recuerdo que en mi casa las revistas del corazón se compraban si traían en la portada algún artículo relacionado con la pareja: El traje que llevaría, los invitados, qué comerían en el banquete... Toda la boda fue analizada por la prensa rosa y los españoles vivíamos los preparativos día a como si fuese una telenovela.

Cuando llegó el gran día, televisaron la boda, y nos fuimos a casa de una prima de mi madre para verla en directo. Recuedo que mientras jugueteaba con mis primos por el salón, mi madre y mi tía no se perdían ni un segundo del evento, e incluso creo que alguna lagrimita les brotó cuando la pareja se dio el "Sí quiero" (o supongo que dirían "Yes, I want" por aquello de que eran ingleses).

Al principio al matrimonio les fue bien. Todo viento en popa!!! Una frase de mi madre sobre aquel matrimonio fue: "La princesa del pueblo se ha convertido en la Reina de Corazones". Supongo que leería la frase en alguna revista o algo así. A mí me pareció una frase muy cursi y me reí un poco con aquella afirmación.

Qué diferentes eran las princesas del pueblo de aquellos años de las actuales. Hoy en día se llama princesa del pueblo a una tal Belén que procede del madrileño barrio de San Blas. Igualito era glamour de Lady Diana de Gales posando con sus dos hijos (los príncipes de Inglaterra) que el que tiene hoy en día Belén Esteban dándole de comer el pollo a su Andreíta... En fin eran otros tiempos.

Pues el evento dio mucho que hablar... Pero fue una pena que por las circunstancias del destino aquel matrimonio se deshiciese. La rival de Lady Di (Camila Parker) era conocida en mi casa como "La Mala". Mi madre la calificaba así porque decía que era la culpable de la ruptura del cuento de hadas... Las teorías reduccionistas una vez más triunfaron en un maniqueísmo radical.

Claro, que mucho más trágico que el divorcio, fue la muerte de Diana. Un final atroz que hizo que se convirtiera en un mito popular. Si la cobertura mediática de la boda fue espectacular, la de su accidente en París junto a Dody Al-fayed fue aún mayor. En esta ocasión a mi madre sí que se le vió asomar claramente una lagrimita cuando conoció la noticia. Se había muerto la Reina de Corazones. Algo muy difícil de asimilar.

Volviendo al día de la boda, en mi casa aún se guardan aún algunas revistas que recogieron el enlace. En realidad siempre que se casaba o se moría algún príncipe o rey europeo y salía una edición especial en alguna revista, mi madre las compraba y las guardaba como si fuera oro en paño según ella "Para recordarlo en un futuro y enseñarselo a mis nietos".
Aquí teneis un vídeo de youtube con algunas imágenes del evento:

09 diciembre 2011

Los chinitos de la suerte

Menuda moda esta de los chinitos de la suerte.
Todo el mundo teníamos no uno, si no un montón de estos muñequitos de madera que decían que traían suerte si los llevabas encima (aunque eso nunca se llegó a comprobar científicamente).
Tanto los chicos como las chicas se los colgaban en las pulseras, llaveros, collares, etc. Pero nadie tenía uno solo. Eran como amuletos de madera, atados con cordoncitos de colores. En realidad algunos sí que tenían los ojos achinados pero otros solo tenían dos puntos y no parecían chinos ni nada.

Estaban pintados a mano y no había dos exactamente iguales (realmente era un trabajo de chinos). Yo tenía unos 10 chinitos diferentes, pero solo llevaba tres o cuatro de ellos atados en la cremallera del estuche que llevaba a clase.
Con los compañeros nos los intercambiábamos como si fueran cromos: "te cambio este azul que no lo tiene nadie por tres de los normales", y así íbamos juntando toda una colección.

Me los compraba en un kiosco que había en el parque de enfrente de casa. Y como era la última moda, tooooodo el mundo tenía alguno de estos chinitos, por lo que la kiosquera hizo el agosto aquel verano vendiendo chinitos a docenas. A mí me gustaban los más deformados. Había algunos que estaban mal pintados y tenían un ojo más gordo de lo normal, otros tenían un borrón en el cuerpo, otros la boca para un lado, y así un sin fin de deformidades chinas. Yo iba buscando los chinitos con defecto. Me parecían más personales. Los del "ojo gordo" eran mis preferidos.

Pero como todas las modas pasajeras de aquella época, de repente se dejaron de llevar, y pasaron a ocupar un lugar en algún cajón olvidado, o en alguna caja junto a algún boli y llavero viejo. O al menos este fue mi caso.

Parece increíble pero hoy en día hay alguna web que se sigue dedicando a vender los chinitos de la suerte, como por ejemplo http://www.chinitosuerte.com/ cuyo eslogan es: "Toca madera y mejora tu suerte". Curioso que haya gente que aún siga comprando estos colgantes. Supongo que la web vivirá básicamente de las compras que les hagan los nostálgicos... Ala, hay tenéis un detallito que regalar estas navidades.

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01 diciembre 2011

Manos Locas

Esto si que era genial. Una mano de goma que se pegaba a todos lados.
Las vendían en los kioscos y eran muy baratas. Existían de varios colores (rojas, azules, amarillas...).
Las podías lanzar contra un cristal o una pared y se quedaban pegadas. Pero lo mejor de todo no era eso. Lo más guay, es que cuando las lanzabas, ¡¡¡Regresaban!!! Si, ¿Os acordáis? se sujetaba la punta del cordoncito y se tiraba la mano. Cuando se pegaba en lo que fuese (pared, papel, espalda de algún amigo), bastaba con un ligero tironcito para que regresase a ti como si fuera un boomerang.

Estaban hechas de un material pegajoso, que a mí me gustaba sobar y toquetear, arrugando la mano loca y redondeándola como una bolita. Siempre volvía a su forma original, y es que los críos de aquella época eramos bastante guarretes... y si no, recordad el famoso Blandiblub.

Con los amigos teníamos varias bromas que hacíamos con las manos locas, como lanzarlas al pelo de las chicas para que les pegaran (angelitos...), o pegarla en los cristales de clase para tener un poco de distracción observándola mientras la seño mandaba hacer los deberes. Pero la vida de estas manos era breve.

Cuando estaban demasiado usadas, perdían su poder de adherencia, y se iban poniendo cada vez más sucias de todo el polvo y la pelusilla que se les iba pegando. Así a los dos o tres días de haberlas comprado, ya estaban negras y no pegaban nada, eso sino se rompían antes, porque de tanto lanzarlas y recuperarlas, el rabo que tenían, se acababa partiendo y entonces me percataba de que tenía dos juguetes nuevos: una mano suelta por un lado y una especie de lombriz pegajosa por otro. Pero no importaba que se rompieran, porque como eran tan baratas se compraba otra y ya está.

Venían en una bolsita transparente para que se viera del color que era. Abría la bolsa y otra vez a empezar otros dos o tres días.
Posteriormente, salieron unos dardos que tenían la punta de este mismo material pegajoso que las manos locas y también se pegaban por todas partes.
Pero no tuvieron ningún éxito. Seguramente porque no regresaban como las manos. Cuando los lanzabas tenías que ir a por ellos.
Creo recordar que estos dardos a imitación de las manos locas los regalaban con los yogures Danone, pero no eran ni la mitad de divertidos que las famosas manitas.

En aquella época todos teníamos estos artilugios de colorines. ¿Recordáis lo bien que nos lo pasábamos con tan poca cosa?

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